En uno de los muchos callejones de Corellia, ciudad capital del crimen organizado, el activo Besalisko tenía su improvisado puesto. Dos cajas de madera hacían de patas, y una tabla más grande encima de ellas cumplía la función de mesa, sobre la cual se encontraba su mercancía, de dudosa procedencia y dudoso funcionamiento, pero allí estaba… esperando a que los clientes llegaran. Lo único que a primera vista era de excelente calidad era lo único que no estaba a la venta, la carabina que descansaba en sus brazos superiores, los blasters a los costados de sus caderas y para algún ojo experto, los vibro cuchillos escondidos a sus espaldas en el cinturón.
Algunos curiosos se acercaban pero al ver lo poco que había en venta se alejaban con rapidez, algunos se quedaban a examinar con más detenimiento y a esos que picaron la carnada se les aplicaba una técnica de confusión mental sin precedentes: la oratoria de todo vendedor callejero.
Eso era lo que él llamaba un día de descanso (prácticamente sin riesgos, pocos ingresos).
Sus días de trabajo verdadero eran obviamente los mejor remunerados pero también los que llevaban consigo un riesgo mayor de algún tipo. Aunque esa inyección de adrenalina era bien recibida cuando sus jefes o conocidos le hacían una llamada para contratarlo. Peligro era su cuarto nombre.
“Caballero si le interesa esa cabeza de droide no dude en comprarla.” Su rostro sonreía amablemente mientras sus manos inferiores mostraban el producto con destreza. “Si no tiene un droide para colocársela aun tiene varios usos, gracias a mis habilidades de reparación usted puede disfrutar de una linterna de alta calidad…” Toco un botón en la nuca de la cabeza del droide y en efecto, de sus muertos ojos salieron dos potentes rayos de luz que iluminaron el callejón, la luz era potente pero con esas celdas de energía gastadas duraría dos o tres demostraciones mas... Esto impresiono mucho al cliente, ya estaba pensando seriamente en comprarlo. “Pero eso no es todo, también funciona como traductor universal, solo tiene que conectarlo a su DataPad…” Sus manos dieron vuelta la cabeza de nuevo para que viera el agujero en la nuca por donde conectaría el cable ”… y traducirá todo lo que escuche a básico galáctico.” Eso era una vil mentira, pero él no lo sabría hasta que lo probara. Así eran la mayoría de sus productos, desde los “legales” repuestos de droides hasta los ilegales explosivos, que nunca podrían llegar a explotar… eso era lo mejor, porque si alguien las necesitaba de verdad y fallaban, no volvían a saber de él y nadie se quejaba de su mercancía.
Había una única excepción a sus productos, los de alta calidad que se vendían por encargo siempre funcionaban, pero esos siempre eran para las grandes corporaciones del crimen de Corellia. No era bueno tener enemigos allí. A su vez Ugakh las compraba a otros re vendedores, que quien sabe donde conseguían esa mercancía. Mejor no saberlo.
Eso le había dado un nombre lo suficientemente prestigioso para que nadie dudara de sus productos, y si alguien dudaba de sus productos bien podía aterrorizarlos con sus cuatro brazos y una mirada asesina, o bien solo podía decir que el producto no había sido tratado con cuidado y al tener tecnología de punta eran objetos frágiles, que si no se trataban con cuidado se podían romper y dejar de funcionar, entonces siempre la culpa era del cliente. Y su buena fama no se veía manchada. La gente se creía cualquier cosa que él les dijera, eran tan estúpidos, por algo seguían en Corellia cuando les robaban y golpeaban todos los días…
Si alguien en Corellia quería mover algo peligroso o que ya había sido vendido a varias personas a la vez, el era el mejor conductor, y el único que podía mantener un ojo en el camino, dos brazos en los controles y otros dos lanzando granadas o disparos a diestra y siniestra al mismo tiempo para proteger la carga. Los jefes del crimen en Corellia pagaban bien pero la inversión de Ugakh en la cantina se llevaba lo mejor de los grandes trabajos.
Daba más pérdidas que ganancias, pero esa cantina los hacía muy felices a todos… incluso a el que podía ir a disfrutar de las mejores bebidas gratis, bueno al precio de una buena historia.
El cuatro brazos se despidió muy cordialmente de un cliente, con la promesa que su producto inservible iba a hacer muchas más cosas de las que le había dicho… volteo para acomodar sus cosas, dándole la espalda a todo el que entrara en el callejón, saco más productos de su bolsa y las puso sobre su mesa. Había un hombre mirándolo, no cualquier hombre, era del ejército. Aunque se notaba que su rango era bajo, aun así intimidaba un poco por su armadura y su armamento… aunque, Ugakh estaba mejor armado que él y podía dispararlas todas al mismo tiempo. El extraño hablo. “Señor queda usted arrestado por contrabando, venta ilegal de armas y artículos robados…” Su tono era autoritario, pero incluso él sabía que no era la ley en Corona, se notaba cierta duda en sus palabras. Una duda que no llegaba a ser un balbuceo pero que le informaba a Ugakh que ese tipo no valía absolutamente nada.
El Besalisko le respondió en un tono amable y divertido, esa línea le hizo mucha gracia, había pasado mucho tiempo desde la última que vez que lo habían intentado arrestar. “¿arrestado? No me haga reír, ambos sabemos que la ley aquí no es ni el imperio ni la republica. En Corona tenemos nuestro propio tirano. ” Su mirada se perdió a lo lejos, tal vez recordando mentalmente a los líderes del crimen con los que había negociado alguna vez, y trataba de hacerse una idea de dónde estaría cada uno si se ubicaran del más peligroso o el más importante al matón común. “Si llego a desaparecer eso puede traerte muchos problemas con los jefes…” Eso no era una más de sus muchas mentiras, el era bueno en lo que hacía pero seguramente los jefes podrían encontrar a otro que hiciera su trabajo. Pero esto pareció intimidar al soldado, que cambio de actitud y comenzó a hablar en un tono mucho más reservado. “¿quiere hacer un trabajo para el imperio?” El Besalisko rio de nuevo, esta vez aun más fuerte y respondió en un marcado tono de burla y de sarcasmo. “¿acaso crees que voy a trabajar para los militares? Mucho menos para el imperio…” Trabajar con el ejército no podía traerle nada bueno, nada bueno.
“Estoy aquí por ordenes de su hermano, esta no sería una misión oficial del Imperio.” Decir eso le dio un poco mas de valor, su voz no sonaba tan asustada. La expresión de Ugakh cambio de burla a interés. “¿Así que mi hermano al fin se acuerda de que tiene familia?” El soldado prefirió no hacer ningún comentario sobre eso. No sabía cuáles eran los problemas de la familia pero si iba a hablar lo tenía que hacer ahora que tenía su atención. “Tenemos información de una fuente dudosa, tan dudosa que no podemos informar a nuestros superiores para no quedar en ridículos. Van a entregar un cargamento de explosivos a… , la idea es que intercepten el cargamento luego de que salga del hiperespacio, lo reemplacen con explosivos falsos o que no sirvan, cobren el envió. La republica les debe pagar bien. Y después se venden los explosivos verdaderos y repartimos la ganancia.” El besalisko comenzó a pensar en la misión, no parecía complicada, pero no le gustaba mucho la idea de darle ventaja militar al Imperio… aunque probablemente un pequeño cargamento no cambiaria el resultado de la inminente batalla entre el imperio y la republica, aunque de todos modos no lo dejaba tranquilo. ¿Y si otros mercenarios iban por el cargamento…? Eso es lo que siempre pasaba, varios piratas atacaban el mismo barco… Por otro lado la cantina necesitaba algunas refacciones si querían mantener el local abierto durante el invierno. “Ten, pásame los datos al DataPad, ubicación, tipo de nave, armamento y tripulación.” Dudo un instante mientras le pasaba la pequeña computadora portátil con su mano inferior derecha. “Voy a tener que contratar a alguien más, no creo poder hacer el trabajo solo así que dile a mi hermano que espere recibir menos ganancias… aunque va a ser más que su sueldo.” Ambos rieron aliviados por el curso que había tomado la conversación, el trato estaba hecho, el patético soldado que antes se había sentido intimidado por el Besalisko reía despreocupadamente sin saber por qué.
Ahora los soldados imperiales tenían que esperar a que Ugakh y su tripulación arriesgaran sus vidas y ellos obtendrían algo de las ganancias sin hacer ni siquiera un mínimo esfuerzo… pero ambos bandos tenían sus planes y el contrabandista, acostumbrado a esa clase de tratos sabía muy bien que le iba a ser muy fácil engañar a su hermano. Ya se imaginaba la cara que pondría su adorable hermano cuando él le dijera que no habían encontrado la nave o que alguien más la había atacado antes que ellos, incluso podía desaparecer un tiempo, como si lo hubiesen matado... ”Si esto funciona hermano, no voy a saber de ti en mucho tiempo…” La idea le gustaba, su hermano se iba a quedar sin nada. Se lo merecía por abandonar a la familia.