¨This is my prayer in the desert...¨
Como siempre que descendia por ese lugubre pasillo, un estrecho pasadizo con escalones pequeños , su cuerpo temblaba levemente. El temblor se debia en parte al frio, pero sobre todo al miedo. Sus sentidos quedaban mermados por lo que se obligaba a entrar en un estado de alerta excesivo, esperando que de cada sombra saltara algun ser sobrenatural, alguna de las tantas encarnaciones del mal que su profesion le obligo a aprender y memorizar. Su cuerpo incluso parecia sentir las frias caricias de manos invisibles y fantasmales, una sensacion que no podia dejar de asociar con el metal frio... Y sin embargo lo que lo rodeaba, tocaba, axfisiaba y sobre todo atemorizaba no era mas que oscuridad. Intangible pero presente, la oscuridad se le pegaba al cuerpo como telarañas, antaño olvidadas entre gruesas paredes impenetrables para el sonido.
Dada su condicion de acolito conocia mejor que nadie a los imaginarios seres que lo perseguian. Recordaba sus nombres, algunos eran actuales otros arcaicos con origenes en lenguas olvidadas de civilizaciones antiguas, aun mas antiguas que las ultimas grandes catastrofes que los condenaron a una existencia austera sin mas que ver hasta el horizonte que un mar dorado. Cada uno de esos nombres lo hacian temblar y mirar deseperadamente a cada rincon. A cada paso le parecia escuchar como si alguien lo siguiera, a recorridos irregulares saltaba en su lugar y se volvia asustado, por el susurro del viento o de sus propias ropas que para el parecia un ulular extraño como la voz de un demonio. Su acosador etereo lo seguia de cerca, moviendose con el a cada paso que daba, sin dejar que la distancia entre ambos aumentara. Viajaba escondido en su sombra, esperando el momento justo, el lo sabia y esperaba con miedo el momento en que su propia sombra se transformara en una gran boca con colmillos negros y se lo tragara sin dejar un solo rastro de sus ropas.
Solo dos cosas lo consolaban, una era su voz en su cabeza y la otra era... Su propia voz en su cabeza vociferaba palabras rapidas cargadas de necesidad, un cantico siniestro con los nombres de todos los demonios que conocia pues algunos viejos sabios solian decir que pronunciar sus nombres los debilitaban y, que por eso, el dios de la arena, señor de los desiertos no tenia nombre. Un dios que se negaba a morir incluso cuando el resto del planeta moria, no podia tener un nombre. Sin nombre no podian debilitarlo pero tampoco convocarlo. Nadie controla el extenso desierto de dunas infinitas, como tampoco a las criaturas que duermen bajo las olas doradas.
Los hombres de antaño soñaban con conquistar el cielo para ser libres. Si lo hubieran logrado... Ahora quien quiere vivir tranquilo debe ser esclavo de las ciudades oasis, de sus politicas, leyes e injusticias, vivir constantemente encerrado por los limites de la ciudad. Pero es preferible vivir limitado que morir en el estomago de alguna bestia salvaje de las que tanto abundan. La gran mayoria se conforma con vivir ¨comodamente¨ en las fortalezas aunque algunos, a pesar de todo, desean volver a recuperar el terreno que la naturaleza reclamo para si con la gran batalla que desato contra la humanidad.
Las sacudidas constantes de la tierra se tragaron ciudades enteras, el oceano recupero las costas con olas gigantes que arrastraron todo hacia las profundidades. Y Cuando todo se calmo, la flora y la fauna ocuparon el lugar del hombre, poblando de nuevo cada rincon... Esas historias solo terminan bien en los cuentos, el mar devoro cantidades enormes de tierras, incluso se dice que devoro toda la tierra, que no habia ni un pedazo que no estubiera cubierto por millones de litros de agua aunque si asi hubiese sido no habria sobrevivido ningun animal... Los hombres sobrevivieron como pudieron sobre el oceano, sufriendo por todo lo que habian hecho sus antepasados hasta que entre las miles de suplicas se pronuncio un nombre ya olvidado que seguramente nadie conocia excepto por una persona y que nunca se conoceria despues ya que ese dios actualmente no tiene nombre, ese dios respondio a su llamada. El unico elemento que se apiado de ellos fue el que tambien, por codicia intento saciar su sed infinita y termino convirtiendo al agua en un recurso muy limitado.
El aire caliente de la estancia entraba en sus pulmones inflando su pecho, los dedos de sus pies chocaban con los granos de arena a pesar de que estaban envueltos en unas delicadas sandalias, la arena se filtraba perezosamente por algunas grietas en el techo ya que el pasillo estaba cubierto por arena. Esos granos de arena se le antojaron como gotas de sangre endurecida, como si estubiera caminando por el interior de las venas de un ser sobrenatural y no dentro de un templo. Tal vez dentro de un dios, un gigante o un demonio...
El unico sonido en ese silencio sepulcral (un escalofrio lo sacudia cada vez que pensaba que se dirigia a alguna cripta o estaba atrapado en una) era el de su respiracion forzada que obligaba a sus pulmones a seguir funcionando y le daba una razon a su corazon para seguir latiendo y no huir, como deseaba, fuera de su pecho y de aquel lugar. A el no le gustaba para nada tanta quietud, pero era preferible a que, por ejemplo, su imaginacion materializara todas las cosas que su complicada y, por que no, cobarde mente imaginaba en cada sombra. Si hubiese podido elegir, nunca hubiese entrado al templo solo, en la oscuridad, caminando casi a ciegas pero era imperativo que cumpliese con todos los requerimientos para alcanzar la mayoria de edad. Lo unico importante en su familia era la sangre, la misma que corria por sus venas y que lo hacia pertenecer a la nobleza, ser un servidor de dios, un acolito. Y con esa sangre un contrato, una obligacion de servir en el templo, adorar al dios que los ayudo, alguna vez, hace tiempo.
Su mano derecha, su mano mas habil, se arrastraba por la pared como guia, mientras que su mano izquierda jugaba nerviosamente con la enorme llave que yacia en su bolsillo. La llave de las puertas hacie el objeto mas preciado del templo y hacia un destino que el no queria, ascender a la nobleza con las obligaciones que eso acarrea y servir a un dios sin forma ni nombre. Ambas manos examinaban los objetos que tocaban; la pared irregular, aspera, calidas. Sobre todo calidas, y las formas de los dientes de la llave, especialmente tallada con el unico proposito de ¨proteger¨ de otros ese tesoro y ¨abrir¨ las puertas para el heredero.
El tacto le decia lo que los demas sentidos no podian, aunque no le podian mostrar lo que el realmente queria saber... El pasado de esos objetos, el pasado de las civilizaciones extintas, la historia. Por eso seguia avanzando. A pesar de su fobia a la oscuridad, a esa ausensia de luz donde moran las atrocidades del infierno; El saber que pasando las grandes puertas de roble encontraria un objeto que pocos tenian el privilegio de ver, eso era la segunda cosa que lo consolaba. Pronto alcanzaria ese objeto preciado, ese ¨artefacto¨ arcaico parte de la historia, de un misterio. Un pedazito de conocimiento que le pertenecia desde el dia que nacio.